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Al borde de una crisis de nervios a causa de los taxistas

Un proverbio dice: el hombre es el depredador del hombre. Humanista a convicción, creo profundamente en el hombre en cuanto a su subsistencia y su futuro. Y de otra parte, en los elementos que se evaden de nuestra percepción aún demasiado centrada en sobre un cerebro desconocido por la ciencia. Sin embargo, debo resignarme y admitir que una clase de gente completamente maliciosa, existe. Se trata de los choferes de taxi (carreta, moto-taxi, etc.). Dejar pelado al visitante, estafando con agresividad, mentiras e ironía, parece una actitud universal para esta especie de gente malsana.

Y lo afirmo sin ninguna consideración hacia una patria o cultura. Por todas partes, hasta hoy, los hemos encontrado, como buitres que esperan ansiosamente poder arrojarse sobre su presa. Me pregunto si no se trata de uno de los aspectos más duros y difíciles del viaje. Creo que si, porque se trata del hombre. Como en todas las manadas siempre hay ovejas negras.

Afortunadamente, también existen los taxistas que son una bendición para los que se cruzan en su camino. Se llaman Sanju (ver noticia del 10-septiembre-2004), Shakil (ver noticia del 23-octubre-2004) y mismo el joven taxista puesto a nuestra disposición por “Yangon Airways” para llevarnos de la cuidad de Kyaingtong a Tachilek. Sería una falta grave no rendirles homenaje. ¡Que se propaguen a profusión! Chofer de triciclo vietnamita en pleno reposo

Saigon, entre tradición y modernismo

Vietnam es también el país de la copia. Ciertamente el más avanzado, así como China. Copian de todo. Se copian entre ellos mismos. Para darles un ejemplo, existe una agencia de viajes bien conocida y eficaz que se llama “Singh Café”. Pues en la cuidad de Hanoi, hay “Singh Cafés” en cada rincón de las calles, con todo y logo. Pero la verdadera es sólo una.

Los DVD de películas recientes cuestan 1$. Los bolsos y carteras de marcas como Gucci, Louis Vuitton, Burberry y otros, cuestan entre 5 a 10$. Además, estas copias son de excelente calidad. Monje budista, golpeando la campana para dar buena suerte a los fieles presentes en la pagoda de Giac Lam en Saigon

Saigon, fin de nuestra desventura con los tiburones del turismo vietnamita

¡Listo! En Saigon (u Ho Chi Minh City para los partidarios) se terminaron nuestros duros viajes con la compañía de bus “Anh Phu” que casi lograron hacernos detestar Vietnam, gracias a su antipatía y brusquedad.

En Saigon, pudimos experimentar los servicios de una mejor agencia: “Singh Café”, haciendo un recorrido interesante de la cuidad. Entre templos, mercados y museos.

Notablemente visitamos el museo de crímenes de guerra americanos. Es el único museo donde se puede una persona se puede informar de este trágico episodio de la historia de Vietnam. Nos preguntamos si este tipo de atrocidades vale la pena de ser visto. Hablemos de Paz en vez de guerra. Es verdad, vivir un tal momento conmueve, lastima y mismo da asco. Pero nos hace tomar consciencia del horror de la guerra y más bien nos convence a luchar contra ésta. En la guerra, el hombre mata al hombre, eso es lo peor de lo peor. Ninguna palabra, ningún sentimiento puede traducir esta infamia. Sobre todo cuando se analiza su funcionamiento. Unas personas muy bien resguardadas, envían jóvenes al frente de la batalla, en nombre de un falso ideal con la finalidad de proteger los intereses de una minoría de individuos. El interés, he aquí la llave de las más infames decisiones militares. La vida importa poco en este caso. Constatar que la guerra continúa aún hoy en día en numerosos países, causa profunda tristeza.

Pequeña anécdota:

¿Sabías que los Viet Cong excavaron túneles para atacar a los soldados americanos? Hoy en día, para que los turistas, notablemente americanos, puedan visitarlos, han tenido que agrandarlos para que correspondan a la anchura, a menudo más gordinflona del hombre occidental. Por el dinero ¡todo es posible! Ejemplo de la vida cotidiana en Saigon