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Los Roques, simbiosis entre la naturaleza y el hombre

La mejor cosa que el hombre ha hecho es declarar un lugar en parque natural. Los Roques fue declarado parque nacional en 1972 y desde ese año están restringidos la construcción de nuevas viviendas o la compra de terrenos. Existen solamente cuatro escuelas de buceo, esa es la razón por la que durante trece inmersiones nunca nos cruzamos con otros buceadores bajo el agua. Los fondos marinos son vírgenes y salvajes. Que bello ejemplo de preservación de la naturaleza submarina y que placer para nosotros de poder admirar este medio intocable. Vista desde el faro

Pescadores durante la puesta del sol en el centro de buceo

Burbuja de aire en el Archipiélago de Los Roques

Nos dijimos que sería nuestro último regalo durante nuestro viaje. Este se llama Archipiélago de “Los Roques”, situado a 160 km. de la costa de Venezuela en el mar del Caribe, está compuesto de 290 islas. No es necesario decir que fuimos allá para bucear puesto que esta isla fue declarada Parque Nacional en 1972, lo que le permitió permanecer virgen en término de desarrollo humano y convencional. Se prohiben los autos, motos y carreteras, el mejor medio de desplazarse es a pie y entre las islas en barco.

Sus fondos marinos son únicos en su género, por la primera desde nuestra partida hemos acampado en carpa sobre la playa. Dejamos detrás de nosotros, innombrables burbujas de oxigeno ya que nos inmergimos durante 13 veces en 4 días. Sin comentarios

Caracas, capital hospitalaria y templada

En Caracas nos esperaba nuestra primera experiencia “en casa del habitante”. Rohiman y dulce nos acogieron en su hogar cordialmente. Nos dimos cita en una de las paradas del metro y después fuimos juntos a su casa. Fue durante la pausa del mediodía. Ellos viven en un gran inmueble de estilo HLM (vivienda de alquiler moderado) enfrente de la estación de metro. Luego nos mostró la habitación en la cual íbamos a dormir y nos dedicó unos minutos con la finalidad de conocernos mejor.

Después de más de una hora de plática, nos entregó el doble de las llaves de su apartamento y nos dijo que estábamos en nuestra casa y regresó a trabajar. ¡Qué confianza! En la noche, nos presentó a Dulce, su novia. Desde ahí, pasamos días agradables en su compañía. Dulce nos preparó platos locales: “arepas” saladas y dulces con anís, una delicia y Roy nos orientó de una manera completa a propósito de las inquietudes que teníamos. El tiempo pasaba sin darnos cuanta hablando de todo y nada. Fue muy enriquecedor. ¡Qué bella primera experiencia en casa del habitante!!

Dos días después llegaron a casa de Roy una pareja de poloneses que terminaban un año de vuelta alrededor del mundo. Ahí también conversamos mucho e intercambiamos opiniones sabias y profundas.

Recorrimos la ciudad entera, cerca del parque central existe una arquitectura de los años 70 bastante grotesca pero que quizás representaba la exclusividad de la época por el estilo de su construcción. El clima es agradable, esa es la razón por la cual la llamamos la capital “templada”, también se le llama la ciudad del verano eterno. Todo el año hace entre 20 y 30 grados centígrados y es seco debido a su situación a unos 1000 metros.

Se puede apreciar en todas partes eslóganes en favor de la revolución bolivariana que dirige el gobierno del presiente Hugo Chavez. Sin embargo, las intervenciones televisadas muestran un populismo barato y poco pertinente. Mucho bla-bla-bla.

Otro hecho que nos llamó la atención: el metro. Es la segunda vez que nos encontramos en un metro limpio, nadie come, no hay desperdicios en el suelo, no tiene mendigos, ni vagabundos, ni vendedores ambulantes, ni artistas de la calle. Lo único que persiste todavía son los rateros, pero con un poco de precaución son fáciles de evitar. De izquierda a derecha, de arriba hacia abajo: Mateusz, Dulce, Sylvain, Roy, Ewa, Monica

Propulsados en menos de una hora a más de 4700 m. de altitud

Imagínense, pasar de 1639 a 4763 metros en una hora y sin esfuerzo, pero antes de eso, tuvimos que llegar primero a los Andes venezolanos.

Nuestra llegada en Venezuela fue mas que todo cómica, mismo triste. Después de haber pasado la frontera, tuvimos que aguantar más de 10 controles de policía y militares con la finalidad de controlar la inmigración clandestina de Colombia. Lo que nos sorprendió es que solamente una persona bajó del bus para que su pasaporte sea sellado, todos los demás colombianos se quedaron en el bus. Pensamos que ellos no tenían necesidad como se trata de países vecinos. ¡Pues no! Lo que siguió después fue algo nuevo. Nuevo desde el punto de vista de la corrupción. A cada control, teníamos que presentar nuestros pasaportes, y cuando les tocaba a los colombianos, no hubo ni uno que tuviera sus papeles en regla. En un momento más o menos discreto, el chofer del bus entregaba una propina al funcionario corrupto. En 10 controles, 6 autoridades recibieron dinero para pasar por alto la inmigración ilegal de ciertos colombianos. Nos enteramos al final del viaje que su pasaje les había costado tres veces más que el nuestro. ¡La propina obliga!

Para nosotros que estábamos en regla, fue más que todo desagradable puesto que al final los controles eran “pura pantalla”. Lo peor fue cuando un policía nos hizo bajar del bus para un control mientras caía la noche. En un calor tropical e insoportable todas las personas fuimos atacadas y “devoradas” por los jejenes (mosquitos) los cuales procuran horrorosas e insoportables picaduras durante más de dos días.

Después de este lamentable hecho, volvamos al tema de la ascensión a 4763 m. Esta proeza es posible gracias al teleférico que conecta la ciudad de Mérida con el pico “Espejo”. El espectáculo es sorprendente, se sienten sensaciones indescriptibles, un vientillo que te silba y te congela las orejas. A esta altura, el oxigeno se vuelve escaso te quema la traquea. Uno se siente vivo.

De Mérida nos fuimos para Caracas donde nos esperaba nuestro primer anfitrión del club Internet “Hospitalityclub” (www.hospitalityclub.org) Panorama desde la cima a 4763 m. Se puede distinguir la ciudad de Mérida a unos 3124 m. mas abajo.

Vendedora de jugo de naranja fresca en la “Calle Bolivar”