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Riqueza en la tierra y dicha submarina

Hicimos snorkeling en los alrededores de la isla perdida que es un verdadero regalo para cualquiera que se interese en la vida submarina. Dotado de una excelente visibilidad (más de 30 metros). Ahí se encuentra un mundo único y variado con centenas de peces tropicales, corales y criaturas marinas.

Notablemente, dimos de comer a dos tiburones “Nurse Shark” que seducimos con la armazón de un pescado. Fue impresionante. Algunas de las bellezas submarinas que se pueden observar practicando snorkeling

« Nurse shark » de aproximadamente 2,50 m.

« Trunk fish » y « Fairy baslet »

« Trigger fish »

Árbol de navidad

“La isla del paraíso perdido”

Pasamos 3 días intensos en esas islas magnificas y como no existe agua dulce, no hay zancudos, ¡un sueño! Dormimos al aire libre sobre la arena y los otros viajeros en hamacas ya que 9 personas en un velero pequeñito, 24h/24h es insoportable. Afortunadamente existía esta escapatoria. Al despertar Peter subía en los cocoteros para tomar agua de coco matinal. ¡Genial! Campamento de hamacas en una isla sin nombre. Nosotros la llamamos la isla del paraíso perdido. Aquellos que la buscaban, nunca la encontraron.

El paraíso presentado en los catálogos de vacaciones se llama Archipiélago de San Blas

6:00 a.m. Nos embarcamos en el barco velero “Melody”. Una vez que estuvimos a bordo, nos presentamos con los otros seis pasajeros, todos mochileros. Martín suizo alemán, Oliver alemán, Sarah, David y Rachel ingleses y Peter de Nueva Zelanda. Luego Mark, el capitán, nos reunió para darnos a conocer las reglas y explicarnos la travesía. De hecho, 9 personas viviendo durante 5 días y medio en un pequeño velero (14.3 m.) no iba a ser cosa fácil.

El primer día navegaríamos hasta la isla principal del archipiélago de San Blas y el segundo hasta las islas más retiradas del archipiélago, para aprovechar de esta manera de la naturaleza todavía virgen de estos lugares. Permaneceríamos 3 días allí, para después continuar con la travesía final hasta Cartagena en Colombia, viaje que duraría unas 32 horas.

Durante el primer día de navegación, todos los viajeros a excepción de Sylvain, sufrieron del mal de mar. Después de 10 horas, la llegada a “El Porvenir”, lugar en donde se efectuaban los sellos de la inmigración panameña, alivió a más de uno ya que allí pasaríamos la noche. Al día siguiente pudimos admirar el mercado flotante de las indígenas “Kuna”, sociedad matriarcal. Vestidas con su traje tradicional, no nos permitieron de fotografiarlas sin pagar… Luego partimos en dirección de las islas más retiradas del archipiélago.

En aquel lugar descubrimos un espectáculo que nos dejó boquiabiertos: unas islas de cocos rodeadas de corales y mar de color turquesa. ¡Un pequeño paraíso! Y si lo es todavía es porque ningún servicio turístico conoce este lugar, solamente aquel que posee un barco velero puede ir. Puesta del sol incandescente sobre el archipiélago de San Blas

Visiones paradisíacas

¡Jamás cambiaría un bus público por uno “ejecutivo”!

Me gustaría hacer una pequeña comparación entre los transportes públicos de los países que hemos visitado. Es una manera bastante buena para demostrar como ha evolucionado la sociedad capitalista y cómo el desarrollo desecha ciertas veces la flexibilidad y el calor humano.

Para comenzar, en países como se dice relativamente “en vía de desarrollo” como por ejemplo en Asia o Centroamérica, existen vehículos que han sido usados antes en otros países desarrollados (como los buses escolares de USA) por lo tanto tienen un kilometraje alto y emiten gases contaminantes y asfixiantes. Estos buses se paran en cualquier parte en donde alguien levanta la mano, siempre una persona se encarga de recolectar el pasaje y de vez en cuando hay una tercera persona que sirve de “co-piloto” que ayuda a subir los bultos de los pasajeros, esas personas siempre están allí para darte una mano o indicarte donde bajar. Estos buses se llaman “combis” y la mayor parte del tiempo están repletos de gente, vendedores ambulantes de comida típica y bebidas preparadas en la mañana. A eso yo le llamo un “bus flexible”.

Veamos ahora el transporte en un país desarrollado. En Suiza por ejemplo, las paradas de bus se encuentran en lugares predeterminados, no existe la posibilidad de subir en cualquier lugar, el boleto de bus se compra en una máquina que se encuentra en la estación o en el mismo bus y si no tienes pequeña moneda o cambio, no puedes subir en el bus porque nadie te va a cambiar. El costo del boleto es altísimo (felizmente se tienen dos piernas para desplazarse a pie). Generalmente no se puede hablar al chofer, él está ahí solamente para conducir, asimismo la gente no se habla entre ella. Hace siglos que no existen más vendedores ambulantes que pueden subir donde quieren para vender comida o bebidas baratas. Te tienes que contentar de comprar caramelos o papitas fritas con Coca-Cola. Este ejemplo es igualmente válido en el norte y centro de México en donde no se encuentran más que trasportes de lujo de 1era clase o ejecutivos para desplazarse en largas distancias y a precios exorbitantes. No hay que sorprenderse de viajar con “5 gatos” en un bus con capacidad para más de ¡40 personas!. Es triste pero esa es la realidad del mundo moderno de hoy en día… una sola cosa positiva, contaminan menos. Un bus como esos que nos gustan… del pueblo

Panamá, su canal y su ciudad entre historia, repercusión y modernismo

En Panamá, permanecimos principalmente en la capital, luego fuimos a Colón donde se venden productos libres de impuestos (desafortunadamente todo estaba cerrado por ser sábado) y a Porto Bello desde donde nos embarcamos en un barco velero con destino a Colombia.

A pesar del contraste entre las barriadas y los rascacielos súper modernos, hay que reconocer que Panamá no es la peor de las capitales que hayamos visitado, sin embargo el calor y la humedad son intensos. Aquí la mixtura étnica es sorprendente y fascinante, todo el mundo está reunido al ritmo de la música.

Volviendo al tema de Colombia, encontramos en Panamá el medio de pasar la frontera. En efecto, ni Colombia ni Panamá se han interesado en terminar la carretera panamericana para conectar América central a América del sur. Para hacerlo hay que atravesar una selva casi impenetrable donde solamente los bandidos o guerrilleros pueden aventurarse, lo que vuelve su travesía más que peligrosa, así que la única manera de ir a Colombia es por avión o por barco. Desde hace unos años, una cierta cantidad de propietarios de barco organizan la travesía, ganándose la vida de esta manera. Además de ser un buen medio de conectar estos dos países, es la mejor manera de descubrir el archipiélago de San Blas. Es eso lo que hicimos, conocimos en Panamá City, a Mark, un capitán de velero y decidimos partir el miércoles 17 a las 6 de la mañana.

De otro lado, Sylvain fue a la esclusa de Miraflores para ver pasar los enormes barcos de carga a través del canal, les podemos decir que es impresionante. Impresionante es igualmente la cantidad de litros de agua dulce derramados durante el pasaje de cada barco: 120 millones de litros de agua dulce. Imagínense que en 2004 más de 14 mil barcos transitaron por el canal de Panamá, les dejamos hacer el cálculo de ¿cuántos litros de agua fueron vaciados? ¡Seguramente con qué alimentar a toda la América latina!

La construcción del canal es impresionante y ciertamente forma parte de las más grandes realizaciones humanas del siglo XX. El contraste pobre – rico de la ciudad de Panamá

Barco con carga llamado “Panamax”. ¡Observen la talla de los hombres al lado de este monstruo!