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Semuc Champey, entre riberas y rocas

Continuamos nuestra ruta junto con Esteban, un argentino que conocimos en la frontera de México con Guatemala. Su itinerario era parecido al nuestro.

Llegamos bien temprano por la mañana a Semuc Champey. Semuc significa ribera y Champey roca o montañita. Pensábamos permanecer aquí sólo por un día pero el lugar era tan bello que nos quedamos dos días y medio.

A penas llegados, con unas cuantas velas y vestidos con ropa de baño, penetramos como si fuésemos espeleólogos, en la cueva de “K’an Ba” (la principal atracción de Semuc Champey). Teníamos la impresión de estar en el hocico de un dinosaurio. En la entrada de la cueva se encuentra una colonia de murciélagos que te pone los pelos de punta. Sucesivamente a medida que avanzábamos en la cueva, teníamos que nadar (con la vela en la mano), escalar en una cuerda y caminar rodeados de un decorado de estalactitas. A mitad de camino, los que querían, tenían la opción de sumergirse en un hueco para salir en una cuenca adyacente (bastante peligroso según Sylvain que se estremeció cuando la mitad de su cuerpo se atrancó debido a la estrechez del pasaje que une los dos orificios (cubiertos de agua abundante). Luego avanzamos hasta que encontramos formaciones de piedra caliza con formas de sombrero mexicano y de mesa. Pasamos también por un pequeño hueco sumergidos dentro del agua y reteniendo la respiración. En ese tiempo la cantidad de agua era abundante debido a la estación lluviosa.

Una vez que llegamos a la salida de la cueva, atravesamos la vegetación de la jungla hasta llegar a un mirador. En la cima descubrimos una vista magnifica: cuevas, montañas y el sitio de Semuc Champey. Al día siguiente volvimos a la cueva pero esta vez exploramos más de 3 km. y medio al interior de ésta. Aquí pasamos nuestra última noche en compañía de Esteban. Esteban arriba, Sylvain y Mónica y nuestro guía maya, Federico Pop

Esteban en pleno ascenso

Sylvain posando bajo un sombrero tallado al natural»

Las piscinas naturales de Semuc Champey»

La fiebre musical de Cuba

¡Cuba es música! Después de haber puesto el aspecto monetario de lado, pudimos admirar la música tradicional en Santa Clara y la salsa a profusión en Trinidad con sus alucinantes bailarines. Aquí, la salsa no parece salir de horas de cursos de baile (como bailan los europeos) sino como algo innato y aprendido en la alegría de vivir. ¡Se mueven con una tal gracia que uno no se cansa de mirarlos!

Cuando retornamos a la Habana, por fin pudimos experimentar la hospitalidad cubana. En la misma calle donde nos hospedábamos había una fiesta improvisada en honor al Día de los Padres; ron en abundancia y personas que se contentaban simplemente de bailar en la vereda, nos han llamado cuando pasábamos por ahí.

Fuimos y por la primera vez nos ofrecieron un vaso para simplemente decir “salud” sin malas intensiones. .

Nos presentamos, bailamos reagetton y disfrutamos del ambiente cubano. Ese fue ciertamente uno de los momentos más maravillosos que pasamos en la Habana. “Mesa” como le llamaban, era el hombre de la casa. Invitó a Sylvain a ir a nadar al día siguiente en el malecón al borde del mar. A pesar que el mar estaba desgraciadamente contaminado a causa del petróleo de los barcos, pudimos ver algunos peces tropicales. Al regreso tuvimos que tomar varias duchas con benzina para poder disolver el petróleo sobre nuestra piel. Una difícil constatación para nosotros que amamos la naturaleza. Pasamos la última noche en Cuba acompañados de la familia Mesa antes de tomar el avión de regreso a Cancún en México. Grupo de música tradicional de estilo “Buena Vista Social Club”

Bailarines de salsa en Trinidad

Transeúntes escuchando y bailando al son de la conocida “Guantanamera” interpretada en un bar de la Habana vieja.

Cienfuegos y la “Casa de la Amistad”

Nuestra llegada a la Casa de la Amistad, es igualmente una anécdota. El timbre suena, Armando abre la puerta de la planta baja con la ayuda de una cuerda que él tira desde el primer piso. Subimos las escaleras empinadas y en la cima nos espera Armando que nos brinda una cordial bienvenida.

La casa de carácter colonial es magnifica y amueblada con muy buen gusto. Como siempre tratamos de respetar nuestro pequeño presupuesto diario, le dijimos que estábamos listos de pagar CUC 20.- convertibles ($ 25.- dólares) por la habitación + desayuno. Armando acepta de rebajar el precio final hasta CUC 21.-. Le dimos a entender que esta negociación no nos satisfacía. Fue entonces cuando nos preguntó si “un Volkswagen costaba el mismo precio que un Mercedes Benz”. Por supuesto que no. Y continuó exponiendo que en su casa familiar, los huéspedes recibían un servicio que correspondía al precio solicitado. Le dijimos que íbamos a ver en otra parte y que quizás volveríamos.

Después de ver otras habitaciones sin ventana u oscuras, regresamos inmediatamente y no nos lamentamos. Llegamos el 15 de junio, el día de las 31 velitas de Sylvain y mismo tuvimos la suerte de disfrutar de un festín con langosta y pollo a la Cola, ¡y hasta una torta de cumpleaños! Pasamos los 3 días siguientes en su bella casa beneficiando de su variada y rica biblioteca, e intercambiando nuestras opiniones sobre todo y nada. Armando, economista, nos explicó generosamente los beneficios y ventajas del socialismo cubano y su repercusión en la historia. Armando nos esclareció y despejó muchas sombras que había en cuanto a la imagen que percibe el turista de Cuba. Leonor y Armando con Sylvain en la “Casa de la Amistad”