¡Desembarque en el Planeta Cuba!

Calle del centro de la Habana paralela a aquella donde nos hospedábamos. Todo pasó tan rápido. De un día al otro, nos hallamos en la isla o mejor dicho en el planeta Cuba. Cuando llegamos al aeropuerto “José Marti”, nos hemos juntado con dos jóvenes suizas-alemanas y un inglés, para reducir los gastos. Buscando por un taxista, hemos encontrado un señor que venía a buscar a su familia. Nos ha propuesto de llevarnos a una tarifa inferior a la de un taxista registrado. A partir de esto, el resto de nuestra estadía en Cuba iba a seguir el siguiente esquema: turista = dinero o peso cubano convertible (CUC) (así se llama su moneda).

Teníamos la dirección de una “Casa Particular” (alojamiento en casa del habitante con licencia del estado) en el centro de la Habana, donde nuestro taxi improvisado nos llevó (las personas particulares no tienen derecho de transportar pasajeros en sus autos porque carecen de licencia). Llegamos a casa de Eloisa y Julián, una pareja de jubilados que nos recibieron con todo el fervor latino.

Luego, tratamos de comprender un poco el sistema socialista cubano. No fue cosa fácil puesto que Cuba, un país pobre, cuesta caro, y bien caro a los turistas. No es posible darse una vuelta “turística” sin tener que desembolsar un dineral que no es muy coherente con el nivel de vida del país. Por ejemplo, una noche en una casa particular en la Habana, cuesta $ 24.-. Esta suma representa dos meses de sueldo para un cubano. ¿Ven la economía de doble filo existente? Esta doble economía surge a causa de un gran número de personas que se enriquecen gracias al turista. Llamado “jinetero” o enganchador de clientes él va a tratar a toda costa de volverse tu amigo, pero no es mas que un cuento para comer a tus costillas o para ganarse uno o dos convertibles CUC. La consecuencia de todo aquello, es que todas las “amables” personas que encontramos los tres primeros días en la Habana, nos abordaron sólo por interés. ¡Decepcionante!

Dimos un paseo en la Habana vieja, en los alrededores del Capitolio, en el Barrio chino y en la Plaza de la revolución con sus edificios. Para ir a la Plaza de la revolución, tomamos el bus público que se toma en el ángulo de una calle. Nada indica que es una parada de bus ¡hay que saberlo de antemano! Poco a poco, las personas van llegando. Cada persona pregunta quién es el último que llegó. Una vez que el bus llega, ésta sabe detrás de que persona se tiene que colocar. Los bus están tan llenos que ciertas veces todo el mundo no puede subir, entonces se tiene que esperar el siguiente que llega entre 45 minutos y 1 hora…