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Arequipa “La Ciudad blanca” y su cielo… blanco

Turísticamente hablando, no llegamos en la buena temporada para visitar “La Ciudad blanca”. Más blanco que la ciudad, fue su cielo. Los rayos del sol hicieron algunas raras apariciones, razón por la cual renunciamos a la visita del “Cañón del Colca” puesto que la visibilidad era débil, además de la escasa presencia de los cóndores en ese tiempo. Mejor dicho, es como querer esquiar durante el verano.

Paseamos en el centro histórico en donde la mayoría de las casas son de estilo colonial fabricadas a base de Sillar (piedra proveniente de magma o lava). Visitamos el Convento de Santa Catalina, una pequeña ciudadela dentro de la ciudad de Arequipa, abierta al público sólo en 1970, en la cual las monjas viven desde hace 430 años de una manera completamente aislada del resto del mundo. Entre arcos y bóvedas, el visitante se pierde en los claustros y en las habitaciones abigarradas, con muros anchos, pintados con matices que realzan la textura de la piedra. Aquí el arte religioso está generosamente representado en forma de esculturas y lienzos.

Otra gran atracción de la ciudad, es el museo que alberga la momia “Juanita” una joven virgen ofrecida en sacrificio para los dioses, antigua de más de 500 años. La momia fue encontrada en perfecto estado de conservación en los glaciales de la Montana “Ampato”. Conocer y comprender las culturas prehispánicas es algo muy interesante. Cada elemento de la ofrenda tiene un significado específico. Desde la edad de la joven hasta los colores de su vestuario y las joyas que porta. Ciudadela dentro de la ciudad, en el interior del Convento de Santa Catalina

Arequipa ¡Como en casa!

Para nosotros, Arequipa fue un alto primordial. Es una ciudad importante tanto intelectual como industrialmente. También es la ciudad que vio nacer a nuestras amigas Gladys y Sugey que viven en Suiza.

La semana que pasamos en Arequipa fue como sentirse de nuevo en casa. Gladys y su esposo Walter, los padres de nuestras amigas, nos recibieron en su hogar con los brazos abiertos. En su compañía y la de sus familiares, celebramos la venida del “Año Nuevo”, y los tradicionales rituales para la buena suerte no faltaron: cada uno de nosotros, tragamos doce uvas en cada campanada del reloj y subimos y bajamos las escaleras.

Después de 18 meses recorriendo el mundo, conocer a Gladys y Walter fue reconfortante y además, nos alentó y reanimó para terminar el pedazo de camino que aún nos faltaba por recorrer.

Gladys nos preparó los más famosos platos típicos del sur del Perú, de los que tanto habíamos oído hablar. Del mismo modo, pasamos largas horas conversando amenamente. GRACIAS Gladys y Walter por vuestro cariño y gentileza. Sylvain, Walter, Gladys y Chi

¡Calurosa bienvenida en casa de nuestros primeros anfitriones peruanos!

En Tacna, nos esperaba Cristian del HC (Club de Hospitalidad). Su inmensa sonrisa y su carácter jovial nos hicieron sentir cómodos al toque!

Durante un día, Cristian nos mostró los principales atractivos turísticos de la ciudad, de manera que pudimos hacernos una idea concreta de la riquísima historia de la “Ciudad Heroica”.

Su familia fue igualmente muy acogedora y su mamá nos cocinó un Ají de gallina y sopa de pollo. Cristian y su mamá en Tacna

Heroica derrota en Tacna

De Puno, nos dirigimos a Tacna, ciudad frontera con Chile.

Durante la Guerra del Pacífico en 1880, el Perú perdió 3 departamentos, y uno de ellos fue Tacna. Tacna fue reintegrada al Perú gracias a las votaciones de 1930.

Junto con Cristian nuestro anfitrión, visitamos algunos monumentos importantes de la ciudad, todos relativos a la guerra, al mismo tiempo que nos contaba la historia heroica de aquella batalla. Visitamos igualmente las galerías en donde los artículos electrónicos son muy baratos. Monumento a los Héroes Grau y Bolognesi, caídos durante la Guerra del Pacifico de 1880

Chi y Cristian, nuestro anfitrión de Tacna, delante la fuente creada por un cierto Gustave Eiffel

Visitando las únicas islas flotantes “Los Uros»,“Los Uros” o “Kot-Suña” (los hombres del lago) son una comunidad aymará que habita sobre islas flotantes. Estas islas son fabricadas a partir de totora una planta acuática autóctona de América del sur.

Estos descendientes de aymará

viven exclusivamente de la pesca y del turismo. Su modo de vida es simple y básico. Aunque es bastante impresionante sumergirse en un mundo tan extraordinario de personas que viven el presente y desinteresadas de los lujos de nuestro mundo moderno.

La visita fue turística pero culturalmente enriquecedora» Iglesia en una de las islas y sus niños jugando

Mujer de Los Uros, tejiendo